Mi madre tiene un adenocarcinoma de pulmón en estadio IV, con un mal pronóstico de esperanza y calidad de vida. Lleva ingresada un mes en el hospital Clínico San Carlos, el mismo que una famosa política del PP, sólo que sin catering especial y sin que nos pinten varias habitaciones para nosotras.
Hace dos semanas llamo a la Unidad de Apoyo Escolar para preguntar, ilusa que es una, cómo puedo justificar la enfermedad de mi madre para poder pedir una plaza en los campamentos escolares de verano para mi hijo de 4 años (en Chamberí en el CEIP Claudio Moyano donde siempre sobran plazas). La persona que me coge el teléfono (que sé que no tiene la culpa) me informa que no puedo pedirla ya que estoy en paro. Le explico mi situación, que me paso 19 horas en el hospital todos los días, que no puedo dejar que mi madre se muera sola o que mi hijo vea cómo se muere su única abuela. Me dice que pregunte en alguna parroquia o en Cáritas.
Unos días después, me llama y me dice que puedo ir a la Casa Encendida (lo que me supondría 100 euros más en transporte, pasar cerca de 1 y media en transporte y lejos de mi madre, o que mi pareja se juegue su puesto de trabajo por llegar tarde), me explica que están muy bien y blabla.
Hoy me ha vuelto a llamar (agradezco desde aquí que me intente dar soluciones) para decirme que puedo ir a los campamentos del colegio concertado Decroly, le vuelvo a explicar que quiero que mi hijo esté con sus compañeros, que ya lo está pasando lo suficientemente mal y que necesito, que esté con personas conocidas, que el Decroly es un centro que no conoce, que no va a conocer a ningún niño. Me dice que le puedo pedir a alguna madre que lleve a su hijo también. Eso sí, el precio de este campamento es superior al del Claudio Moyano.
Le vuelvo a preguntar que si en el caso probable, muy probable, de que queden plazas desiertas y se haga una convocatoria extraordinaria, podría pedir plaza y me dice que lo siente mucho pero que no.
Todo esto tengo que hablarlo a escondidas, porque si mi madre se enterase de esta situación, no la mataría el cáncer sino ellos.
Así que no, no voy a lamentar sus muertos, lamento los agujeros en las sábanas del hospital que le provocan escaras por presión, lamento la angustia que nos crean a mi familia, lamento el daño gratuito que le van a provocar a mi hijo. Lo siento, pero no puedo lamentar nada más, la rabia no me deja.
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